Pernambuco, Alagoas, Maceió, Bahía, Sergipe, Paraíba, Rio Grande do Norte o Maranhão, los estados de Brasil donde el clima es tropical durante todo el año, celebran las mayores fiestas juninas del país. Algunas masivas, otras menores, las celebraciones en honor a San Juan son una tradición que se puede disfrutar en todo el país, desde Brasilia a San Pablo, en Bahía o Santa Catarina.
Tras dos años de pausa por la pandemia de COVID-19, las autoridades prevén un regreso que potencie la identidad y las tradiciones, pero también la cadena productiva vinculada al turismo.
En Maceió, capital de Alagoas, se estima que durante las fiestas se inyectarán más de R$ 100 millones (unos 20 millones de dólares) en la economía regional, beneficiando a 9.400 empresas de 32 segmentos y potenciando la ocupación hotelera, según un relevamiento del Instituto Fecomercio de Alagoas. Los festejos en Caruaru (Pernambuco), estiman una asistencia total de dos millones de personas y un impacto económico superior a los 40 millones de dólares en la economía local, según estimaciones del Ministerio de Turismo.
La celebración en Campina Grande, Paraíba, suele ser la mayor de Brasil, y espera cerrar sus números en tres millones de turistas y una facturación de cerca de 80 millones de dólares, de acuerdo a la cartera de Turismo. La programación en Campina Grande se extenderá hasta el 10 de julio y contará con más de mil horas de música tradicional de forró y alrededor de 800 atracciones, que incluyen artistas nacionales, bandas, tríos, cuadrillas y grupos folclóricos.
Uno de los estandartes de la fiesta es el forró, género musical declarado patrimonio cultural de Brasil, que se integra a la música caipira– y las coreografías (llamadas cuadrillas) escenifican una boda campesina, con intercambio de parejas. Los disfraces están inspirados en la vestimenta rural, y las ciudades donde se festeja se engalanan con banderines de colores.
Las fiestas juninas tienen sus raíces en Europa, en las celebraciones paganas del solsticio de verano en el hemisferio norte. Llegadas a esta parte del mundo con la colonización portuguesa, inicialmente tuvieron una connotación religiosa en homenaje a San Juan y San Antonio, pero ahora cada una tiene sus características propias y paganas.
En Maranhão, por ejemplo, las fiestas se extienden por 60 días, con más de 500 atracciones, incluidas presentaciones de artistas populares y unas 70 comparsas (arraiais) en todo el territorio del estado. La atracción principal es la ceremonia del boi-bumbá, un toro de fantasía que llega rugiendo y es “sacrificado” ante la algarabía de la multitud. En la trama -un homenaje al sincretismo religioso de Brasil- el dueño de la finca descubre que el “animal” murió y exige que se convoque a chamanes y curanderos indios que, a través del canto y el baile, reviven al buey.
La celebración combina la tradición cristiana con cultos de origen africano que incluyen tambores, cuadrillas (inspiradas en los bailes de salón de los siglos XVIII y XIX) y danza portuguesa, entre otras atracciones.
Cómo llegar: Desde Santiago existen varias frecuencias semanales a todas las capitales brasileñas, directas o con escala.